
A estas alturas de la noche,
me sorprendes en otro punto cardinal
distinto del tuyo, me viene mal.
Ponerse, quitarse, no hay fe
ni brilla fuerte la luna.
Me viene mal porque de puntos y cardenales
acabó llena la sala de espera en la que
te conocí.
Tal vez sonreías, tal vez no, pero en tu defensa
he de decir que fuimos grandes,
entre nubes químicas y algodón de azúcar.
Ponerse y quitarse, desnudar el alma,
volverla a digerir, acariciar la hierba
con la punta de los dedos y regresar al alba
con las bodegas repletas de pescado.
Ultracongelado.
A estas alturas de la noche
me suele venir mal porque zarpo.
Quizás un día te busque y volvamos a la mar.
Tendremos que empezar
a empapelar las paredes del cuarto de máquinas.