miércoles, 24 de septiembre de 2008

Luz roja...


Cada noche me retraso un poco más
y cada noche,
voy dejando que me creas libre.

Y es en esa ilusión
donde cada noche me recreo,
veterano del insomnio.

Porque sé que al volver todo seguirá igual,
silencioso, varado e inmóvil.

Voy dejando que me creas libre
y en tu inopia
vas forjando una alianza de oscuridad,
alimentándote de mí,
desarmándome.

Por eso cada noche me retraso un poco más,
y vuelvo a tí
creyendome vencedor
y perdido.






martes, 22 de abril de 2008

La República de los gatos...


ANDRÉS Mourenza

Durante los días en que el temporal de nieve se cebó en Estambul, un espeso manto de blanco silencio cubrió la ciudad del Bósforo. A través de los cristales helados de la ventana solo se oía el rugir del viento y, muy de vez en cuando, los gritos de un osado vendedor de salep (bebida caliente a base de leche y harina de orquídea) que se atrevía a desafiar la tormenta para pregonar su mercancía. ¿Y los gatos? ¿Dónde estaban los gatos que con sus maullidos quejumbrosos, sus agrias disputas y sus gritos en celo llenan la noche estambulí? Los gatos habían desaparecido bajo el temporal.

Turquía es pródiga en variedades de gatos e incluso tiene sus propias denominaciones de origen. De aquí provienen los Angora (Ankara), de largo pelaje blanco, y los extraños gatos de Van (en el este), que poseen un ojo de cada color y gustan de nadar en el lago del mismo nombre. Los gatos de Van no pueden ser, por ley, llevados fuera de Turquía, y solo cruzan la frontera en forma de lujoso regalo a reyes y jefes de Estado.

Pero si hay un lugar donde los gatos son amos y dueños de las calles, ese es Estambul. Son, como la ciudad misma, gatos mestizos, cruzados, sin ningún pedigrí, a veces sucios y siempre revoltosos. Pero son tratados con especial mimo por los estambulís, que los alimentan con lo que tienen a mano. Así, los gatos de Tarlabasi son pobres y flacos como sus habitantes y, en cambio, los de Cihangir se extienden gordos y lustrosos sobre el capó de los coches. La señora Aral, cada día, deposita frente a su casa una buena porción de pienso para gatos o incluso platos enteros de anchoas frescas. Cuando el frío obliga a los estambulís a encerrarse en casa, la anciana coloca unas mantas junto a su puerta para que se cobijen. En las puertas traseras de los restaurantes, los animales esperan siempre su ración y algunos turcos afirman, como casi todo entre bromas y veras, que si en los alrededores de una fonda no se ven gatos es que se sirve carne de felino.

El amor de los turcos por los animales callejeros siempre llamó la atención a los viajeros europeos y, cuando el general prusiano Helmut von Moltke llegó a Estambul en 1837, escribió sorprendido a un colega suyo: "Los turcos muestran caridad incluso hacia los animales. En el barrio de Üsküdar hay hasta un hospital para gatos". Las crónicas relatan que en 1910, cuando el Gobierno de turno decidió deshacerse de 40.000 perros enviándolos a una isla desierta del Mar de Mármara (nadie tenía estómago suficiente para sacrificarlos), los habitantes de Estambul montaron en cólera. "Los estambulís valoramos mucho a los animales que viven en las calles porque durante siglos hemos compartido esta ciudad cosmopolita", explica Elif Soyer, directora del programa Perros y gatos en las ondas.

Poco a poco, al derretirse la nieve, los gatos comenzaron a dejarse ver. Salían de debajo de los coches cubiertos de nieve que se habían convertido en improvisados iglús o de los portales en los que filantrópicos humanos les habían permitido refugiarse. Poco a poco, volvieron a imponer su orden en las calles de Estambul. Retomaron el poder en la república de los gatos.


jueves, 13 de marzo de 2008

Mi país...

"Paso de gato" Playa de Somo (Santander)



Otra mirada a la esquina
de siempre y parece que nada
ha cambiado, maldita ciudad.

Estúpido tiempo éste
que nos ha tocado caminar.

Torcemos la esquina esperando
encontrar una cara entre la gente,
hasta que consumidos
dejamos de ser dignos de los abrazos
de la emperatriz
y sus flores
de plástico.

Bebiendo alquitrán entre caladas
de espuma nos reímos de nuestro papel,
de nuestras huídas hacia adelante,
de éstas almas
que sustentan tristes cueros.

Tristes, tristes
si no es amor la empresa.

Así es mi país,
con sus himnos y sus muertos,
Y su eterna Guerra Civil.


Inspirado en el poema Tristes guerras de Miguel Hernández.


Tras un largo tiempo de espera vuelvo a la carga con más letras desordenadas que espero puedan ayudar a confundirnos a todos un poco.
Tomemos un poco de aire antes de volvernos a sumergir en la realidad.
Saludos.






lunes, 28 de enero de 2008

Un poco de paciencia...

Saludos a todo el mundo. Os pido un poco de paciencia, ya que hasta dentro de unos días no voy a poder actualizar el blog; de alguna manera lo estoy "acicalando". Espero tener nuevo material en unas dos semanas. La espera merece la pena. Mientras tanto podéis distraer la mente con algunos de los links que he tenéis en la barra lateral.

¡¡Nos vemos!!