lunes, 1 de febrero de 2010

Desdén...


Cuando la envidia ciega el poco seso aparente que queda en el fondo del cajón creemos en ti.

En esos instantes en que nos embriagamos con el dulce sabor de la victoria, con la crónica fogosa que venda los ojos del espectador, en esos momentos creemos en ti.

Cuando nos solazamos ufanamente, cuando el triunfo de esos laureles aguarda a la lengua viperina, y el trago largo de hiel nos ayuda a naufragar también creemos en ti.

En el momento exacto en que, cual espada de Damocles apuntas a nuestras cabezas desde tu pedestal, dejandote caer y envolviendolo todo con un hedor aleccionante,
creemos en ti.

Solamente una palabra tuya hace falta para que nosotros, tus fieles creyentes inmolemos nuestras mentes en tu honor. Porque creemos en ti. Por eso mismo he venido a ofrecerte el más vil de los desprecios, mi indiferencia absoluta.

¿Por qué te creemos?